En un contexto de emergencia sanitaria, recién la semana pasada, las cárceles tuvieron la atención de los medios cuando se dio a conocer el motín que armó un grupo hombres detenidos de la cárcel de Devoto. Allí exigían prisión domiciliaria para algunos presos considerados personas de riesgo, debido a que un oficial fue positivo ante un test sobre Covid-19.
Esta semana, nuevamente, los presos y presas han estado presentes en la agenda mediática por el aval que ha dado a conocer el Poder Ejecutivo: internos e internas de varias dependencias podrán acceder a la prisión domiciliaria de acuerdo a cada caso. Imposible no resaltar que este tema ha cobrado viralización por las fake news creadas desde la oposición, al instalar que ésta era una jugada de Alberto Fernández para liberar presos (dichos que pudieron ser desmentidos rápidamente en las últimas horas de ayer).
Sin embargo, a pesar de las noticias acaecidas durante estos días, en las cárceles también suceden hechos positivos como son las labores relacionadas con la igualdad de género y la interacción con la vida social. En la provincia de Buenos Aires, el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, encabezado por el abogado Julio Alak, decidió presentar un programa en el que participan voluntariamente detenidos y detenidas de las cárceles que dependen del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB) para realizar kits de prevención sanitaria. Esto se realizó a través de la Subdirección General de Trabajo del SPB luego de una compra gestionada por la Dirección General de Administración.
Conjuntamente, el personal penitenciario está colaborando con la entrega de insumos, en los talleres que funcionan en todas las unidades, para que se pueda realizar esta labor social.
Desde el Ministerio enviaron máquinas de coser, elásticos, agujas, pistolas encoladoras, friselina, hilo de algodón, tijeras, telas, barras de silicona y lavandina para quienes se habían anotado en el programa. Es decir, se montaron talleres textiles en las unidades penitenciarias con el objetivo de confeccionar barbijos, en principio, destinados al autoabastecimiento de detenidos y detenidas pero también al personal carcelario y a trabajadores del servicio médico de todas las unidades. Otros kits se reservaron para aquellas personas que visiten a familiares, al mismo tiempo que centenares de ellos se donan a hospitales púbicos como el de Alejandro Korn de Melchor Romero, el Hospital Municipal Leónidas Lucero de Bahía Blanca, el Juana G. de Miguens de Urdampilleta y el Subzonal Miguel Capredoni de Bolívar, entre otros.
Al día de la fecha llevan elaborados alrededor de 20.000 kits que fueron distribuidos en todos los penales de la provincia y en instituciones de salud púbica.
Lo destacable de este programa es que se presentó en todas las unidades, tanto de hombres como de mujeres, entendiendo que la costura no es una tarea exclusivamente femenina.
Muchos detenidos han afirmado que llamaron a sus hermanas, madres, esposas e hijas para que les expliquen cómo usar las máquinas de coser y cuál era la mejor forma de hacer un barbijo.
Durante décadas, las mujeres estuvimos destinadas a la realización de tareas de costurería, e inclusive, ésa era la primera labor a la que el género femenino podía acceder para entrar al mundo laboral y tener ingreso e independencia económica.
Gabriela Mitidieri, profesora de Historia graduada en la Universidad de Buenos Aires, ha escrito varios artículos acerca de la moda y la costura como fenómeno histórico-social. En uno de sus textos, afirma que en el siglo XIX esta práctica “constituía el principal oficio con características de trabajo artesanal abierto para mujeres”.
Por otro lado, desde una visión más taxativa, Laura Cecilia Bedoya Ángel, periodista del diario El Mundo (Medellín, Colombia) considera a la costura como “un acto de resistencia de las mujeres, dado que a ellas se les dieron hilo, aguja y tela para que se quedaran cosiendo en sus casas y así marginarlas de la vida pública y, por ende, del poder”.
Podrán tildar estas afirmaciones como simples opiniones o meros puntos de vista, pero lo cierto es que, históricamente, coser era cosa de jovencitas y mujeres (y hasta una condición para reflejar las buenas costumbres y la moral que se debía tener).
Hoy, ante una situación de emergencia sanitaria, esta idea que incluye a los hombres nos ayuda a despojarnos de esa exclusividad arcaica. Al mismo tiempo, deja expuesto que podemos trabajar conjuntamente con el género masculino en igualdad de condiciones.
El programa de confección de kits sanitarios está compuesto por más hombres que mujeres; las internas que lo integran pertenecen a la Unidad 8 de Los Hornos, a la 50 de Batán y a la Unidad Femenina 51 de Magdalena.
Asimismo, comenzaron con la confección de barbijos, cofias y camisolines, las mujeres trans pertenecientes a la Unidad 2 de Sierra Chica; se sumaron detenidas de las Unidades 27 y 38 de la misma penitenciaría, de la 13 de Junín y de la 41 de Campana.
Es indudable que esta pandemia ha traído cambios significativos en la vida de todos y todas y, como si fuera poco, ha logrado algo tan destacable como es la deconstrucción de los hombres en labores sociales que antes estaban destinadas únicamente a las mujeres.
Este programa, en definitiva, deja en claro que cuando la visión se coloca en el foco correcto, la igualdad de
género también se puede mostrar desde cualquier lugar y en cualquier circunstancia.
Periodista: Laura Impellizzeri
Tw/ Ig: @LauImpellizzeri
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