Karina tiene 31 años y vive en la localidad de San Martín, Provincia de Buenos Aires. Es oficial de la Policía de la Ciudad, madre de Pía, una preadolescente de 11 que vive con ella. El padre de Pía la ve una vez por semana, la llama y le pasa la cuota alimentaria a su mamá, tal como la ley dispone. Sin embargo, quien se hace cargo de todo el resto de las cuestiones de la nena es Karina. Si Pía estuviera viviendo la vida a la que estaba acostumbrada antes del Covid – 19, día por medio (porque así son los turnos en los que trabaja Karina) se quedaría sola en su casa desde que llega del colegio a las 12.30 hasta las 21, momento en que su mamá regresa de trabajar luego de brindar 12 horas de servicio en el barrio de Palermo.
En cuarentena, la vida de Karina y su hija no cambió demasiado, excepto que ahora Pía no va al colegio pero hace las tareas desde su casa, de forma virtual, como casi todos los y las estudiantes del país. Durante el resto del día, ordena, calienta la comida que le deja su mamá y lava los platos. Viven solas y ambas ayudan con los quehaceres de la hogar.
Hace tres años Karina era peluquera, estaba separada hacía cinco del papá de su hija y necesitaba un ingreso fijo que le permitiera la seguridad de poder llegar a fin de mes. Su trabajo era inestable (dependía de la cantidad de clientas que solicitaban su servicio) y la mensualidad de su ex marido, para la manutención de la nena, no alcanzaba. Ese fue el paso que la empujó a estudiar la carrera de policía y hoy, si bien trabaja muchas horas, considera estar más tranquila que antes.
En nuestro país, el 11% de los hogares están sostenidos sólo por un adulto y dentro de ese porcentaje, el 84% lo lleva adelante una mujer. Es decir: una de cada diez familias son monoparentales y la mayoría tiene como cabeza de familia a una madre soltera, viuda, separada o divorciada. Pero sola. Estos datos fueron publicados en el libro ‘La Argentina en el Siglo XXI’, el año pasado, luego de la realización de la Encuesta Nacional sobre la Estructura Social (ENES) - Base Hogares - que depende del Gobierno Nacional.
Una nota de Diario Popular, el pasado 19 de de abril, dejó explícita la denuncia realizada por Guido Lorenzino, representante de la Defensoría de la Provincia de Buenos Aires, a través de los dichos de su adjunto, Walter Martello, sobre el cobro de las cuotas alimentarias desde el inicio de la cuarentena: “Siempre hubo un número importante de reclamos en cuanto a las cuotas alimentarias pero se vio incrementado dado que, en muchos casos, se alegó que no se cobró el salario completo o distintas cuestiones que tienen como correlato el dejar de girarle la cuota a la ex pareja. Estamos tratando de que no haya impedimentos. La mayoría de quienes están obligados a proveer la cuota alimentaria, lo hacían de contado o vía bancaria, y también alegaron que se vieron imposibilitados. Nosotros expusimos que hay otros métodos de transferencias para no retrasarse por los impedimentos de la cuarentena”.
Desde ya, que en esta denuncia, Martello habla de mujeres que no reciben la cuota y de hombres que no las aportan. Nunca (o pocas veces) es a la inversa.
Como hemos hablado en artículos pasados, no sólo se le adjudica a las mujeres el rol de madres, en este caso, sino el del cuidadoras permanentes de sus hijos e hijas, su manutención (por lo que necesitan de un trabajo, independientemente de la cuotas alimentarias que reciba) y, por supuesto, de educadoras.
Por esta sobreexigencia social que existe para con el género femenino, los Ministerios de las Mujeres, Género y Diversidad y de Desarrollo Social viralizaron un video donde se deja explicito que si una persona está sola con sus hijos y/o hijas, y necesita ir de compras, pueden acompañarla. Esto se desprendió de la acusación social que muchas madres recibieron a la hora de estar en supermercados con ellos/as. Las y los acusadores seriales pasaron por alto que, tal vez, esa mujer no tenga con quien dejarlos/as.
Natalia Gherardi, directora ejecutiva del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), en declaraciones a Redacción.com.ar, afirmó que durante esta cuarentena “se intensificaron los obstáculos que atraviesan las mujeres en el mercado laboral y la sobrecarga de responsabilidades a la que se enfrentan al desempeñar, sin suficiente apoyo, el doble rol de cuidadoras y trabajadoras”.
Toda situación crítica, como es este confinamiento obligatorio, trae momentos de reflexión y cambio. Sería propicio comenzar a desnaturalizar las imposiciones sociales que tenemos las mujeres en cuanto al cuidado de los niños y las niñas, no sólo desde lo social sino desde lo laboral. Muchas veces no se contemplan las situaciones por las que una mujer atraviesa siendo la cabeza de un hogar monomarental y se le exige la misma funcionalidad que a un hombre, cuando este último suele estar desentendido de las tareas extra laborales que para una madre son obligatorias.
No hablamos de heroínas. Hablamos de equidad de responsabilidades. Porque si podemos comprender que para traer hijos/as a la vida se necesita de un padre, para cuidarlos, educarlos, alimentarlos y amarlos cotidianamente, también.
Periodista: Laura Impellizzeri
Tw/ Ig: @LauImpellizzeri
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